Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Hebreos 11:1.
No es fácil cuando estamos esperando por algo o alguien. Siempre en medio de la espera nos desesperamos, queremos ver resultados inmediatos y nuestra fe puede debilitarse en esa espera. ¿Qué estas esperando? ¿A quién estas esperando? ¿Qué promesa esperas? ¿Qué milagro esperas? ¿Cuánto tiempo has estado esperando? ¿Aun tienes fe?
Hay una historia en la Biblia en Marcos 10:46-52, donde nos habla sobre un ciego llamado Bartimeo, el cual se sentaba junto al camino a mendigar. Un día, Bartimeo escucho que Jesús estaba cerca y comenzó a gritar “¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!” Muchas personas le decían que se callase, pero él gritaba más fuerte “¡Hijo de David, ten misericordia de mí!” Entonces Jesús, se detuvo, y lo mando a buscar. Por lo que, se le acercaron a él y le dijeron a Bartimeo que tuviera confianza, que se levantara porque Jesús lo mando a buscar. Bartimeo arrojo su capa, se levantó y fue donde Jesús. Cuando él llego donde Jesús, Jesús le dijo “¿Qué quieres que te haga?” Y el ciego le dijo: “Maestro, que recobre la vista”. Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino.
Cuando analizo la historia de Bartimeo, pienso en lo que cargamos con nosotros y el tiempo que llevamos esperando. Quizás enfermedades, familia y tantas otras promesas que aún no se han cumplido. El tiempo pasa y nos desesperamos a tal extremo que comenzamos a lamentarnos, a deprimirnos, tener pena de nosotros mismos, y hasta perder toda la esperanza porque ya nos han dicho que es demasiado tarde. Comenzamos entonces a creer que es tarde, al igual las personas que nos rodean nos miran con lastima ya que tu condición los lleva a pensar que Dios ya no está a tu lado o se ha olvidado de ti. Te pregunto “¿Cuánto tiempo llevas cargando con la capa y esperando a orillas del camino?”
Hoy podemos hacer como Bartimeo. Bartimeo, que a pesar de su condición de ceguera y de pobreza de muchos años, él pudo escuchar a Jesús. Pero, sobre todo no se dio por vencido, gritaba y gritaba “¡Hijo de David, ten misericordia de mí!” Lo mandaron a callar. Quizás la ciencia y el mundo te manden a callar, te diga que todo se acabó, y que no hay solución. Y aun así, tu fe como un grano de mostaza te mantiene a la orilla del camino y sigues gritando “¡Señor Jesús acuérdate de mí! ¡Ten misericordia de mí! ¡Ya no quiero cargar con la capa!” Por cuanto mi querido amigo (a), no te has cansado de esperar y de gritar, hoy Jesús te escucha y te dice “¿Qué quieres que te haga?” Porque tu fe te ha sanado.
Oración: Abre tu corazón
Señor Jesús, hoy te pido perdón. Perdóname si te he ofendido. Perdóname si en medio de mi dolor he perdido la fe. Quiero hoy escuchar tu voz, quiero estar a la orilla del camino para cuando tu pases, me puedas llamar y poder escuchar tu voz que me digas tu fe te ha sanado y salvado. Te pido Jesús que mi fe no mengue en medio de mi dolor, en medio de mis circunstancias. Te lo pido en tu nombre Jesús. Amen.
Consejo
Mis queridos amigos, sé que no es fácil esperar. En medio de la neblina, no es fácil ver con claridad que nos espera al otro lado. Pero de una cosa estoy segura, que en medio de esa neblina, siempre saldrá el amanecer y pronto veras con claridad y todo estará bien. Porque Jesús te ha guardado (Juan 17:15). Bienaventurado los que lloran, porque ellos recibirán consolación (Mateo 5:4). Recuerda que “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé (Juan 15:16). Por lo tanto, no estés tristes, gozaos (Juan 16:20). ¿Que debes hacer? Creer en el Señor Jesucristo (Hechos 16:31).